El año de los tiros y los recortables

 

Hojeando el libro de Rafael de Francisco sobre recortables militares españoles encontré una preciosa lámina con figuras de cara y espalda, en la que se representaban cinco húsares de Pavía, montados a caballo y con uniformidad de gala: dolmán de paño encarnado con botonaduras doradas, pelliza de paño azul colocada sobre el hombro izquierdo, calzón de gala del mismo paño azul guantes blancos y colbac de astracán cubriéndoles las cabezas, y no me pude resistir a escanearla para hacerla cuando tuviese un rato. 

 Alfonso XIII, vestido de húsar de Pavía

Buscando alguna información sobre los húsares en general y los del regimiento de Pavía en particular (anticipo que para mí, como para  muchos, hasta entonces Pavía era el nombre de una batalla del siglo XVI a las afueras de la ciudad italiana del mismo nombre entre los entonces archienemigos españoles y franceses, o una particular tapa rebozada de merluza o bacalao, que con una copa de vino blanco o una cervecita fresquita alegra cualquier mediodía) encontré varios cuadros de Alfonso XIII ataviado como húsar de Pavía. Apareció por ahí la historia del regimiento y cómo éste había ido cambiando desde uno de dragones a otro de caballería ligera, después a uno de lanceros, a uno de húsares luego y por último a un regimiento acorazado que, desde 2016, se integra en la Brigada “Aragón” I. De su etapa más colorista, la de húsares propiamente dichos (1859-1931) son la mayoría de las imágenes que pueden encontrarse de este regimiento, y también de esta etapa es uno de los sucesos más tristes de su historia: su intervención en Riotinto en lo que se conoce como “el año de los tiros”.

1888, el año de los tiros, es un triste recuerdo aún muy presente para los habitantes de Riotinto, de Nerva y de Zalamea la Real, en la provincia de Huelva. Se trata de uno de los hitos del movimiento obrero en la cuenca minera, en el que una gran manifestación, según unos festiva, y según otros amenazadora, se reúne ante el ayuntamiento de Riotinto, procedente del mismo Riotinto, de Nerva y de Zalamea, para protestar por el método de beneficio del mineral de cobre: las teleras. Las conocidas como teleras (por su parecido con una hogaza de pan, una telera en la zona) consistían en la acumulación de mineral que era calcinado sobre leña al aire libre produciendo como resultado final la precipitación de cobre puro a costa de la emisión de grandes cantidades de anhídrido sulfuroso a la atmósfera. Este sistema, que constituía una de la soluciones más baratas para la explotación del cobre y que había sido prohibido en Inglaterra y otros lugares por la atmósfera malsana que generaba para los trabajadores y las poblaciones circundantes, fue introducido en la cuenca minera por D. Gaspar de Remisa, primer arrendatario de las minas de Riotinto en 1828, y fue explotado a gran escala a partir de 1873, con la venta de las minas de Riotinto al consorcio germano-británico que conformaría la Rio Tinto Company Ltd.  La explotación de cientos de teleras al mismo tiempo produjo según algunos estudios unas 500 Tm diarias de gases sulfurosos y arsenicales que formaban lo que se conocía como “la manta” en los días sin viento, que probablemente fue responsable de muchas de las muertes que figuran en certificados de defunción de la época como "por falta de vida” y que cuando llovía generaba una lluvia ácida que arrasaba los campos.

La protesta contra las teleras, seguida por los mineros, que no trabajaban (y por tanto no cobraban) los días que había “manta” y por los agricultores de Zalamea, que si no perdían totalmente sus cosechas tenían beneficios menguados por culpa de la lluvia ácida, confluyó en Riotinto el día 4 de febrero de 1888, tras tres días de huelga minera. Ese día, el gobernador de Huelva había mandado a Riotinto, como refuerzo de las escasas fuerzas con que contaba la Guardia Civil, y a petición del alcalde, soldados del Regimiento de Pavía que pudieran ayudar a contener los disturbios que la huelga pudiera ocasionar. Mientras los representantes mineros presentaban sus peticiones al ayuntamiento, los militares dispararon sobre la multitud concentrada en la Plaza de la Constitución, dejando un saldo oficial de 13 muertos, aunque los saldos oficiosos hablan de cientos de cadáveres, que en muchos casos fueron enterrados por sus familiares en secreto para evitar represalias de la dirección de la empresa.

En 1998, 110 años después de los sucesos del 4 de febrero de 1888, se publicó el libro de Rafael Moreno “El año de los tiros” , que se reeditó en 2007 y nuevamente en 2017, esta vez ilustrado con acuarelas y dibujos de Jaime Pandelet. En 2007, la historia fue contada en la película “El corazón de la Tierra”, que obtuvo dos nominaciones a los premios Goya de aquel año, aunque su éxito comercial fue escaso.

Son dos de los dibujos de la edición ilustrada por Pandeletque circulan ampliamente en la Web, los que he utilizado para hacer una suerte de recortable que recree de alguna manera aquella manifestación, que para algunos pasa por ser la primera manifestación ecologista, pero que sin duda es uno de los más importantes hitos de la historia del movimiento obrero andaluz.

Sin embargo, los maravillosos jinetes de Hernando no me servían para ejemplificar la barbarie de la actuación del regimiento en aquellas fechas por lo que busqué material para elaborar una especie de escena que diera de alguna manera homenaje a aquel desgraciado momento histórico. Si bien puede encontrarse algún que otro recortable (sobre todo antiguos fulls de rengle) que mostrara a los húsares del regimiento de Pavía, todos los que hallé mostraban a los jinetes bien en actitud de desfile, bien cargando, como unidad de caballería que fueron.

Los soldados que disparan sobre el pueblo desarmado son una sección de cazadores, que saqué de un viejo recortable del fondo Joan Amades que figura distintos tipos de la guerra de África. Con cuatro de estas figuras compuse unos soldados de cara y espalda (o más bien, de dos caras) con los que montar una sección de cazadores disparando. Los cazadores utilizan un arma algo arcaica en ese momento, ya que se trata de un fusil de chispa, claramente identificable por las dos nubes de humo que produce al disparar: una en el cañón del arma y otra en la llave de chispa. En la época en la que queremos ambientar nuestro recortable, el fusil reglamentario era el Remington modelo 1871, de retrocarga y percusión, y por tanto sin humaredas.


 Os dejo las tres láminas y algunas fotos de ellas montadas, total o parcialmente. La lámina de la manifestación admite muchos montajes. Este es solo uno de los posibles.   





 


 

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